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De “Ida” y vuelta. Lo mejor del cine en 2014

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*En este artículo recogemos únicamente las películas estrenadas en España a lo largo del año. Fuente: Labutaca.net.

Hace unos días la Academia de cine Europeo destacaba a Ida, de Pawel Pawlikowski, como la mejor película europea del año. Y no es para menos. El film, sobrio y sereno pero con un discurso devastador sobresale en todos los aspectos y da una lección de cine, tanto a nivel narrativo como ético. Por lo demás, 2014 no ha sido un año muy destacado.

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En enero nos llegó la última de los Coen, A propósito de Llewyn Davis, que es más de lo que su sensación de ligereza y vacío transmiten. Algo similar sucedió con The grandmaster, de Wong Kar Wai, a la que tantos cortes y versiones provocaron que aquí nos llegara como resultado algo que parecía un tráiler de dos horas de lo que se podía sentir ser una gran película. También a mediados de mes otra de las propuestas destacadas del año (que en realidad pertenecen al anterior): El lobo de Wall Street de Martin Scorsese, donde el cineasta recupera el pulso de su cine en una febril, histriónica, hilarante y enfermiza narración de ascenso y caída acorde a los tiempos que corren. Y Roman Polanski siguió en un buen (discreto) estado de forma con la solvente La Venus de las pieles.

Spike Jonze nos sorprendió en febrero con su maravillosa (no tan) rareza: Her, una historia de amor clásica entre los amantes contemporáneos: el ser humano y la tecnología inteligente. Tuvimos que esperar hasta marzo para volver a ver otra absorbente y portentosa narración de François Ozon en Joven y bonita: turbia, sexy, incomoda, contradictoria… imposible de calificar. A finales del mes llegaron dos películas tan opuestas como similares: Jimmy P. de Arnaud Desplechin y El gran hotel Budapest de Wes Anderson. Ambas son un paso de madurez en la filmografía de ambos directores que apuestan por la calidad del texto una vez que ya tienen un estilo visual más que consolidado y efectivo.

Con un año de retraso, después de deleitar al público en festivales como el D’A de Barcelona, por fin pudimos ver en salas la magnifica reminiscencia de la Nouvelle Vague que todavía sigue vigente en nuestra (perdida) juventud y que se refleja en el personaje de Frances Ha, de Noah Baumbach. Al mismo tiempo se estrenó El desconocido del lago, de Alain Guiraudie, sin dudas la sorpresa del año. Lo mismo que en el terreno documental lo fue La imagen perdida de Rithy Panh, una lección de cine para quienes se deleitaron con The Act of Killing el año pasado. Y nos despedimos de Hayao Miyazaki con una contenida pero memorable película como El viento se levanta, o como una película que cierra una filmografía demuestra que si eres un maestro vas puliendo tu trabajo hasta llegar a la serenidad de una obra maestra que no lo parece pero que lo es.

Snowpiercer no hizo mucho ruido, pero este tren rompehielos de Bong Joon-ho, que guarda en cada uno de sus vagones un análisis de las sociedad del poder capitalista congelada y la necesidad de una revolución social, es un claro ejemplo de un buen cine de entretenimiento con un discurso serio y elaborado.

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En mayo el cine español (que venía del éxito de la mediocre Ocho apellidos vascos) comenzó a mostrar un buen repertorio con Todos están muertos de Beatriz Sanchís, Stella Candente de Lluís Miñarro y Hermosa juventud de Jaime Rosales. Y siguió en junio con ärtico de Gabriel Velázquez y Open Windows de Nacho Vigalondo. Y en agosto, con El niño de Daniel Monzón. Porque cine de otros países a destacar en verano, entre blockbusters desinflados y sin más interés que Guardines de la galaxia, poco. Desde China nos llegó la contundente y devastadora Un toque de violencia de Jia Zhang-ke. Y en una coproducción europea, El congreso del israelí Ari Folman. La mejor película de animación del año a todos los niveles.

Septiembre trajo consigo el huracán Boyhood (momentos de una vida) de Richard Linklater, que ha trascendido más por el hecho de haber sido rodada durante doce años que por el verdadero contenido que el film ofrece. Pero, una vez más, Linklater vuelve a demostrar que es el chico listo de la clase. Y es que septiembre fue el mes de las rarezas. Volvió Jodoroswki con La danza de la realidad, y un cantante, también místico, a su manera, y cabezudo, en Frank de Lenny Abrahamson.

Comienzó la temporada de estrenos para calentar los asientos de las ceremonias de condecoración. Con lo que llegó una de las cintas españolas más interesantes y favorita de cara a los Goya: La isla mínima de Alberto Rodríguez. Porque la unánimemente (al menos para crítica y público especializado) mejor película española del año (o en varios años) llegó de la mano de Carlos Vermut con su Magical Girl. Winter Sleep (Sueño de invierno), la ganadora de la Palma de oro en Cannes dirigida por Nuri Bilge Ceylan nos llegó en octubre. Al igual que otra obra de madurez bien pertrechada pero confusa para el público, Perdida de David Fincher. Una de las fuertes aspirantes para los Oscar. Para llevarse este premio, en la categoría a mejor película de habla no inglesa, y competir con Ceylan, estará la magnética Relatos salvajes del argentino Damián Szifron.

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20.000 días en la tierra, de Iain Forsyth y Jane Pollard, demostró que Nick Cave es más que un icono cultural en una mezcla de drama y realidad deslumbrante. E icono entre iconos, Jean-Luc Godard volvió a demostrar que el cine no está acabado y que la revolución siempre es posible, según quien coja la cámara. Pero siempre desde una mirada melancólica y derrotista, como alguien que quiere constituirse como mártir al decir Adiós al lenguaje. Al que Cannes decidió pasar el testigo godardiano de polémica y renovación, Xavier Dolan, estrenó Mommy, que ha divido a mucha gente y al que para esto escribe, le parece un pastiche pretencioso de querer acercarse a quien quiere ser mártir presentándose como un divo. No como Woody Allen, sencillo, modesto, que ya hace cine “para mantenerse entretenido” y sigue con un pulso estable el particular desmontaje de su propia filmografía en Magia a la luz de la luna.

¿Y que nos quedará para cerrar el año? Podemos destacar algunos films que ya han empezado a cosechar éxitos en festivales gracias a la solvencia de sus actores: St.Vicent, de Theodore Melfi, con el siempre único y genuino Bill Murray. El biopic Mr. Turner de Mike Leigh con Timothy Spall. Y Mr. Kaplan de Álvaro Brechner con Héctor Noguera.

Pocos títulos que vayan a ser recuperados en futuras listas de “lo mejor de la década”: Ida, Magical Girl, La imagen perdida, Winter Sleep, Adiós al lenguaje… y las ganas de que llegué 2015 para poder ver Vicio propio de Paul Thomas Anderson.

Tras licenciarse en Comuncación Audiovisual por la Universitat Jaume I y estudiar dos masters en Barcelona en las especialidades del documental (ECIB) y cine contemporáneo (UPF), Adrián realizó un proyecto artístico comisionado por el Ayuntamiento de Castellón y que fue exhibido en diferentes exposiciones de la ciudad. Al mismo tiempo ha realizado diferentes cortometrajes de videoarte y documental experimental que han participado en festivales en diferentes países y escrito artículos sobre cine en revistas especializadas y capítulos de libro. Actualmente se encuentra residiendo en Corea del Sur.

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